martes, 4 de mayo de 2010

Crónicas de una Doctora Moderna , Toma II


Entonces empieza otro día en el consultorio. Llegas tarde, como de costumbre, no por aquel mal hábito de los médicos de hacer esperar a sus pacientes, sino porque vives en una ciudad donde el tráfico es todo los días tan impredecible como qué tendrán tus pacientes hoy! Pero llegas, contenta y les das una sonrisa a todos, los atiendes uno por uno, dejando que su historia sea la que te explique todo. Has aprendido que verlos implica ver caras, historias, identificarte, sentir lo que sienten y entender que un 80% necesitan ser escuchados y a veces hasta necesitan un abrazo o soltar una lagrimita. Hoy no es distinto, los pacientes entran enfermos y salen con mejor semblante, al menos con un poco el alma curada y un recipito para lo que el cuerpo requiera.
Pero hoy algo es distinto. La sonrisa está cansada y te ha costado seguir las historias. La doctora se da cuenta que a pesar de su mente abierta y su modernidad, hoy no está en pleno uso de sus facultades. Cansada, admites que estás sintiéndose mal, aunque no te haces la idea de estar enferma aún. Los médicos no se enferman, eso dicen. Pues todos menos yo!
Así empezó la MALA RACHA...Trabajo todos los días 9 horas corridas, con un descansito de 20 minutos que me tomo a plena carrera entre un trabajo y el otro para comerme lo primero que se me ocurra en el camino, razón por la cual, empezó un día con malestar estomacal que terminó en diagnóstico de amibiasis, pero como creo que soy de acero , me fui esa noche a hacer mi guardia, que es cada 6 días (como si ya no trabajara suficiente). Atendí mis miles de pacientes,todos de buena gana, me despertaron a mitad de la noche, dormí dos horas y me levanté para irme directo a trabajar. Pero el cuerpo es más sabio y sabe pasar factura. Un par de días después empezaron a salir leves punticos rojos en mi abdomen a los que no les prestaba particular atención, pero me di cuenta que cada día eran más y que me sentía particularmente cansada, como si hubiera corrido un maratón. Pero como dicen siempre, "El show debe continuar" y mi vida no da chance a pausas.
Luego de dos días de puntos rojos que aumentaban y el cansancio horroroso, decidí consultar con una doctora d eun poco más experiencia. Y su diagnóstico fue increíble. RUBEOLA. Enfermedad que hasta donde yo tenía entendido, estaba erradicada, pero como les digo, mi cuerpo estaba mandando las señales y no las escuchaba, así que decidió irse por todo lo alto. Y así fue como me dieron REPOSO, jaja , aquella palabra que no cuadraba en mi horario apurado y sin descanso.
Desde hace 6 días estoy en lo que yo llamo casa por cárcel, pero ha sido agradable dormir y descansar. Suficientes unos punticos infectocontagiosos para darme cuenta que estoy exigiéndole a mi cuerpo un poco más de lo que debo. Hace falta de vez en cuando parar a analizar la situación y ver si todo está valiendo la pena como para poner en riesgo la salud.
Confirmo entonces que los MÉDICOS SI SE ENFERMAN. Sufrimos como todos, sólo que lo hacemos con cara de póker y mucho estilo, pero cuando los cuerpos de acero de los médicos se agotan, lo hacen por todo lo alto. Hay que ser humildes y saber que por muy médicos y muy modernos que seamos, seguimos siendo humanos y la vida no se vive a control remoto, sino un minuto a la vez. Lo importante es esto... por querer salvar a todo el mundo, se nos olvida que a veces necesitamos ser salvados también. Pero no se preocupen...mi cuerpo ya sabe como desquitarse!

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